jueves, 16 de julio de 2009

Ya no es como era antes...

Esa parece ser la tendencia en el pensar de la gente a medida que va envejeciendo. Tal vez sea la nostalgia que tengan por sus épocas doradas, tal vez sea el contemplar desahuciados la subida de otra generación más innovadora, y al mismo tiempo más degenerada.
Tiene bastante de cierto, nunca es como era antes. ¿La pregunta es... estamos mejor o peor que antes? Ciertamente, los números se ven mejor que antes. Menos niños mueren a los 6 meses de nacidos, existen menos analfabetos, la esperanza de vida año a año se alarga más (acaso no sea el término correcto), en fin, vivimos en un mundo con mejores estándares de vida. Sin embargo, son más las veces en las que el término “estándares de vida” es malinterpretado, que las veces que el público sabe usarlo como medida de progreso en la humanidad.
Pero eso son sólo números. El tema que quiero tratar ahora se reduce a una sola palabra: “Honor.” La definición de esta virtud no es bastante clara, de hecho existe un sinfín de definiciones que, para mí, se reducen a una sola cosa: ser consecuente con nuestros propios actos. El interés en este tema me despertó cuando, con un amigo, discutíamos la crisis bancaria que se dio a finales de 2008. Él con voz firme dijo: “Si esta crisis bancaria se hubiera dado en Japón, todos esos CEOs de Merrill Lynch, Lehman Brothers, Bear Stearns y demás se habrían suicidado. Es cuestión de honor.”
Me gusta creer que, cuando se refirió a honor, no se refería a esos títulos que se ganaban hereditariamente o a través de poder económico o político para ser parte de la realeza. Me gusta creer que se refería a la actitud consecuente mencionada anteriormente. Éste es uno de los temas centrales de “The Bridge on the River Kwai” (“El Puente sobre el Rio Kwai”), filme dirigido por David Lean y ganador de 7 premios de la Academia. En general, es uno de los mejores largometrajes que he visto, pero en esta ocasión quiero hacer mención especial de una escena en la que el Coronel Saito discute con el Coronel Nicholson sobre su destino en caso de no cumplir con las órdenes de sus superiores. He aquí el enlace (no se olviden abrirlo en nueva ventana):
http://www.youtube.com/watch?v=8cyT1MDaGnY&feature=PlayList&p=9357689FB19D1965&index=4#t=6m10s
Si algo hay que admirar de las culturas orientales, es el concepto de honor engranado en su sociedad. No propongo que desde ahora todos terminemos abriéndonos el estómago como consecuencia de nuestros errores; simplemente admiro que tengan la idea de que no hay persona mejor que uno mismo para castigar nuestros fallas. Esto, creo yo, es algo que se ha llegado a perder en la civilización occidental, en la que la gente procede no por honor (o por consecuencia con sus ideas), sino que actúa de acuerdo a lo que el colectivo apruebe o desapruebe. Es bastante fácil ser populista y caudillista, pero es difícil ser un idealista.